El otro día me decía M., que no me planteo bien mi vida, que
no me organizo, que no le doy prioridad a lo verdaderamente importante, entre
otras cosas, mientras alababa constantemente el modelo de vida tradicional, las
costumbres cristianas, el proyecto de familia, la entrega a la casa, etc.
Claro, esto último no me lo dice directamente, lo dice como mirando hacia el
infinito, con cara de sufrida y altiva a la vez, como diciendo “que poco sabes,
y cuanto se yo”
Y esta vez no me pude aguantar. Lo siento. Sé que esto me
traerá consecuencias, quiebres familiares, reproches, lloros con lágrimas, y
replanteo de cómo pasaremos las fiestas, pero no podía más y se lo largué:
No tuviste tarea más importante en tu vida, que comprobar
que las cortinas te combinaran con el mantel, que nunca en tu vida fuiste a tocar una puerta para pedir
trabajo, que jamás te levantaste siendo aún de noche para no perder el metro,
que parasitaste toda tu vida las billeteras ajenas, que de mantenida por tu
padre pasaste a ser mantenida de tu marido, que nunca te mojaste esperando el
transporte público en una esquina, que jamás supiste que hace realmente la
gente las 8 o 10 o 12 horas que está fuera de su casa, por eso nunca respetaste
el cansancio ajeno.
De más está decir, que se fue, que desde ese día no la volví
a ver.
Porqué se me tiene que ir la lengua, a una semana de
nochebuena?
Que mal.
Bueno, no pasa nada, como mucho cuando vayamos el 24 a su
casa, me echará algo en la comida.